lunes, 20 de mayo de 2013


En  Rev, OPCIÓN (LUZ)
2011. N. 27,65, pp. 45-80


Paradigmas Emergentes y Ciencias de la Complejidad
MIGUEL MARTÍNEZ MIGUÉLEZ [1]
       
Por todas partes se han despertado hoy en las distintas disciplinas tendencias a poner  la investigación sobre nuevos fundamentos.
MARTÍN HEIDEGGER  (1974: 19)

La ciencia actual nos ha conducido por un callejón sin salida y la actitud científica ha de ser reconstruida, la ciencia ha de rehacerse de nuevo.
ERWIN SCHRÖDINGER  (1967: 122)

Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo.
LUDWIG WITTGENSTEIN (1973: 5-6)


RESUMEN

El presente artículo trata de relacionar las principales posiciones actuales sobre las “teorías del ser” con sus correspondientes “teorías del conocimiento”, es decir, la ontología con la epistemología; y pone el énfasis en el paradigma sistémico y su complejidad estructural, por un lado, y en el proceso cognitivo necesario y transdisciplinario, por el otro. Paralelamente, se analizan algunas teorías de la “nueva ola”: para la primera parte, la “teoría de las supercuerdas”, y, para la segunda, con un enfoque onto-epistémico, la “teoría de las estructuras disipativas de Ilya Prigogine”, la “teoría de los sistemas adaptativos complejos de Gell-Mann”, la “experiencia de verdad transdisciplinaria de Gadamer” y la “relación entre lo psíquico y lo físico” según varios Institutos Modernos.


Conclusiones

1.    “Se está fraguando un nuevo tipo de saberes en los que confluyen lo racional y lo sensible, lo científico y lo estético, junto con lo ético, en múltiples juegos de lenguaje, de simetrías y de disimetrías, de azares y determinaciones, que dan nuevas identidades a los sujetos-objetos” (Vilar: 1997: 239). Por todo ello, el paradigma sistémico desemboca en la complejidad y ésta exige métodos transdisciplinarios.

2.    Es necesario subrayar la importancia del “Principio de Complementariedad”, que Niels Bohr propuso ya desde 1927 para la física y, luego, en 1961, para la epistemolo-gía (Prigogine 1994: 71). En esen­cia, este prin­cipio su­braya la incapaci­dad humana de agotar la reali­dad con una sola perspectiva, pun­to de vista, enfoque, óp­tica o abordaje, es decir, con un solo intento de cap­tarla. La descrip­ción más rica de cualquier entidad, sea física o humana, se lo­graría al inte­grar en un todo cohe­rente y ló­gico los aportes de diferentes perso­nas, filoso­fías, méto­dos y disciplinas.
Este principio nos permite también entender por qué, en la historia de la ciencia, haya habido tantos calificativos diferentes de “nuestra única razón”, como los siguientes: Recta Razón (de Aristóteles y Sto Tomás), Razón Calculadora  (de Hobbes), Razón Sintética  (de Kant), Razón Lógica (de Husserl), Razón Dialéctica  (de Hegel), Razón Histórica  (de Dilthey), Razón Vital (de Ortega y Gasset), Razón Práctica (de Bergson), Razón Instrumental, Práctica y Emancipatoria  (de la Escuela de Frankfurt) y muchas otras.

3.    El principio de la complementariedad nos exige, a su vez, un gran esfuerzo intelectual de nuestra parte: no sólo el de adoptar la perspectiva de nuestros colegas para enriquecer la nuestra, sino también, y sobre todo, el de captar la superposición e imbricación de unos sistemas en otros, como, por ejemplo, la estructura del átomo en la molécula, la de la molécula en la célula, la de ésta en el órgano, éste en una persona, en la familia, en la sociedad, en la cultura, etc.

4.    La física actual nos obliga a “ver o imaginar” una gran variedad de “esencias” que no son materiales, son altamente elusivas, incomprensibles para el sentido común, frecuentemente imposibles de visualización y localización, es decir, entidades elusivas como los campos de probabilidad, que son una construcción lógica puramente matemática que afecta la conducta de entidades atómicas...; éstas son “figuras” inusuales y abstractas que requieren nuevos métodos de investigación (Margenau, 1984: 16,39,66,97).

5.    La nota más distintiva y específica que contra distingue al ser humano del animal es la actividad creadora, que no es algo reservado a personas ricamente dotadas o excepcionales: todo ser humano normal puede desempeñarse creativamente en mayor o menor grado. El pensamiento creativo consiste en el proceso de percibir elementos que no encajan o que faltan, de formular ideas o hipótesis sobre esto. El Premio Nobel de medicina Szent-Györgyi dice que “el pensamiento creador consiste en ver lo que todo el mundo ve y pensar lo que nadie piensa”. Pero la verdadera creatividad no es algo que se logra con un “taller de creatividad” o una “semana de la creatividad”. La verdadera creatividad es favorecida y propiciada por un clima permanente de libertad mental, una atmósfera general, integral y global que estimula, promueve y valora el pensamiento divergente y autónomo, la discrepancia razonada, la oposición lógica y la crítica fundada.


[1] El Dr. Miguel Martínez es profesor (jubilado) de la Universidad Simón Bolívar (Caracas), dicta cursos ocasionales en el Doctorado en Desarrollo  Sostenible de esta Universidad y en el Doctorado de Ciencias Sociales de la Universidad Central de Venezuela. Su línea de investigación es la Epistemología y la Metodología Cualitativa. Es miembro PPI-Nivel IV. 

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